¿Te gustaría entender más a fondo El Principito?
La lectura de esta obra la disfrutan niños y adultos porque permite diversas lecturas a distintos niveles. Captamos que hay mensajes profundos ya que no es una mera alegoría, el relato tiene consistencia propia y puede ser leído tal como se presenta sin mayores elucubraciones pero tiene además un carácter simbólico que le otorga un alcance mayor: hay una expresión figurada de unos contenidos y una experiencia. Comparto estas reflexiones como un modo de seguir el relato que estimule y enriquezca la comprensión de El Principito.
¿Por qué el aviador dice que los adultos son serios y que no comprenden nada por si solos?
Ocupados de cosas serias son incapaces de comprender lo que se encuentra más allá de una dimensión de utilidad y su razón está muy acotada. La vida encerrada en un círculo vicioso al verse sometida a tales proyectos que miden su valor, su éxito o fracaso. Esto oculta un vacío y una falta de comprensión: los hace incapaces de ver lo que hay en el dibujo ¿Qué podía representar aquello sino un sombrero? Es una primera experiencia crucial: ser capaz de ver más allá de la superficie, en lo interior y lo profundo, penetrar en lo esencial para tener una perspectiva diferente.
¿Por qué en ese tránsito de niño a adulto el autor pone al niño como arquetipo y protagonista?
Lejos de esa visión ordinaria del tránsito de niño a adulto como proceso normal de maduración, tal como simple avance en el nivel somático del ser humano, emerge aquí el niño como medida duradera de la madurez personal, manifestada por su comprensión, por su sintonía con lo esencial de la vida.
¿Por qué el accidente del aviador, que lo deja en un lugar solitario tiene un impacto interior tan profundo en él?
El aviador había vivido “sin nadie con quien hablar verdaderamente”, anhelaba compañía de un amigo, alguien con quien compartir el mundo. Lejos de todo lugar habitado, con agua para ocho días, está en una situación límite en la que su vida corre peligro. Tres elementos: el proyecto que llevaba a cabo se ha interrumpido, ha perdido el control, cayó en poder de lo real. Está ante la limitación de su vida y la gravedad del tiempo que transcurre indetenible. Queda en un lugar de soledad y de despojo: sin estímulos que encanten los sentidos y copen la atención. Es allí donde va a producirse el encuentro.
¿Por qué el aviador acepta que no está soñando y le pregunta, “qué haces aquí”?
Se trata de un despertar con una extraña voz que le pide dibujar un cordero. ¿A qué despierta? Comienza su nuevo itinerario personal: ha encontrado al principito, en quien tendrá un amigo verdadero y será la clave de la apertura de su existencia. La voz le impone en forma de súplica una tarea, diferente de lo que tiene entre manos para sobrevivir pero vinculada a sus ilusiones de niño, le pide que dibuje. Todo aquello se sale de lo ordinario de su vida, El principito le pregunta ¿qué haces aquí? El desierto es el lugar más incongruente para un encuentro inusitado. Repite su petición “como algo muy serio”, “en ese caso uno no se atreve a desobedecer”.
Por qué de los distintos dibujos de corderos el que le gusta al principito es el de la caja con agujeros?
Al aviador se le ocurre una genialidad que va a ser motivo de mayor asombro: dibuja una caja con agujeros y le dice que adentro está el cordero. El principito la ve y ¡oh maravilla! sonríe.
Por qué si se le habla a un adulto de un nuevo amigo nunca se le interrogará sobre lo esencial, como por ejemplo ¿cómo es el tono de su voz? ¿qué juegos prefiere? sino lugares comunes.
El encuentro está rodeado por el misterio pero tiene la luz y la certeza de lo que habla al corazón, de lo que concuerda con la experiencia interior y nos hace ver su sentido. Pidió un dibujo y reconoció de inmediato lo que le presentó. Si alguien nos dice: la prueba de que el principito existía es que era encantador, que se reía … nos sentiremos inclinados a pensar que desvaría. Tendría más bien que decir: el planeta de donde venía era el asteroide B612 para que todos queden convencidos. Dejamos fuera lo esencial y la comunicación no toca a la persona.
¿Es el lenguaje la verdadera fuente de malentendidos para comprender a las personas -como dice el zorro- o hay algo más profundo? ¿Qué puede ser?
La dificultad mayor está en alcanzar lo más personal, ese mundo interior propio del sujeto. Eso no lo puedo reducir a lugar común, requiere de nuestra parte especial receptividad y estar disponibles para la persona que se nos acerca en busca de ser oída o ayudada en alguna dificultad. Es la primera condición para un encuentro personal y una comunicación verdadera. Y ello supone ocuparse en las cosas de tal manera que nunca nos cerremos al otro. Hay un problema de atención y de preferencia ya que atendemos en definitiva a lo que valoramos más.
Subsiste la dificultad del lenguaje que puede ser ocasión de malentendidos. Porque los signos empleados han de suscitar en la persona que los recibe la realidad de que se trate. Ello toca a su experiencia, a su aprendizaje. Así, significa con facilidad el signo que represente lo usual. De allí la fuerza y la necesidad de esos tópicos que nos sirven de punto de encuentro y permiten efectuar de inmediato la transacción: por favor dame de beber.
¿Por qué es importante la capacidad de apreciación de la belleza del principito?
La mediación corresponde esta vez a la belleza, esas puestas de sol que ama contemplar hasta 43 veces seguidas. Porque en lo bello tenemos un despertar del anhelo profundo del ser humano. Colma con su presencia y promete una plenitud que es incapaz de conferir. El principito espera la aparición del ser bello que imantará su vida, una compañía ignorada pero presentida.
¿Por qué el encuentro con el zorro nos da las claves para entender mejor los encuentros con el aviador y la rosa?
Tres encuentros principales con características significativas: el zorro aparece como una voz que lo saluda. En la pregunta: ¿quién eres? No descubre todavía a alguien, se refiere a algo. En la distancia entre el qué de la respuesta y el quién de la pregunta va a situarse el proceso de lo que el zorro llama domesticación. Lo invita a jugar porque el placer es un antiguo remedio de la tristeza. No puedo jugar contigo, no estoy domesticado. ¿Buscas gallinas? No, busco amigos. Pero estamos aún como en lo más externo. Significa “crear vínculos” y cuando procede a explicarlo el principito comienza a ver claro lo que a él le ocurre. Hay una flor, creo que ella me ha domesticado. La explicación que ha dado ilumina la experiencia, mostrando su sentido. Nos traen a una realidad demasiado olvidada, esos vínculos personales que se ubican más allá de toda clasificación funcional, de toda actitud reductiva. Pasamos de un algo a un alguien único, es propiamente una realidad personal, recíproca, mutua. Esas palabras lo llevan dentro de sí y le permiten entenderse: viene a la claridad de la inteligencia lo que ya había alcanzado con el afecto: lo único de una persona amada.
Para domesticar, el rito es invocado no simplemente como medio de asegurar la comunicación y evitar malentendidos que el lenguaje favorece: responde a una necesidad del corazón: si vienes a las cuatro, a las tres ya me sentiré feliz y a las cuatro ¡descubriré el precio de la felicidad! En el proceso de la amistad y del amor es indispensable desear esa presencia que, poco a poco, se va grabando en nuestro corazón.
Continuará en un segundo artículo.
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Por: Vicencio González