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CINCUENTA Y CINCO DÍAS NEGROS

CINCUENTA Y CINCO DÍAS NEGROS

Por: Manuel Freitas Monroy

Venezuela registró un aumento de los asesinatos en 2016: 28 479. Los expertos calcularon 91,8 homicidios por cada 100 000 habitantes.

El 13 de mayo de ese año el grupo teatral al que pertenecía celebraba el éxito del fin de la temporada. La adrenalina de los aplausos aún se sentía en el aire. Nos dirigimos a la tasca cercana al teatro, ansiosos por seguir la fiesta y prolongar la alegría como si no hubiese un mañana. La música sonaba invitándonos a bailar sin parar. Entre risas y brindis, disfrutábamos cada momento como si fuera el último. Armando fue el primero en bajarse del barco; nos dijo que la rumba la iba a seguir con Morfeo.

Al día siguiente, los titulares en la prensa y en las redes sociales nos golpearon con fuerza. Uno de los integrantes del grupo, Armando Cabrera, había sido acusado de un crimen atroz: había matado a un transgénero de nombre Keiduin Alexander Suárez en la avenida Tamanaco de El Rosal, mientras intentaba conseguir favores sexuales.

La noticia nos dejó atónitos, sin poder creer que aquel amigo cercano y simpático pudiera ser capaz de semejante horror. ¿Qué vida oculta tenía Armando? ¿Qué había sucedido después de salir del local aquella noche, ya embriagados por el festín y el alcohol?

El caso se convirtió en el centro de todos los debates y discusiones. Sin embargo, las autoridades no lo pudieron inculpar, pese a las declaraciones de una prostituta que lo señaló como culpable. No obstante, la vida está llena de peros que siempre dan motivos para querer leer el siguiente capítulo.

Armando efectivamente se fue dormir a su casa, según testigos. En las declaraciones lo involucraban con una camioneta gris que no coincidía con su automóvil y además presentaba una fractura en la mano derecha que le habría impedido disparar a la víctima y empujarla del carro de la forma en que se describía en la investigación.

«Armando estuvo preso 55 días siendo inocente. Y, de paso, fue víctima de un circo feroz», indicó el escritor Leonardo Padrón.

Cincuenta y cinco días negros que nadie le devolverá: casi dos meses en los que cada minuto debe haberse sentido como una hora. Armando fue, en esos días interminables, para sus conocidos, el Conde de Montecristo.

El actor le mandó un mensaje a la madre de la víctima: «Yo no maté a ese muchacho. Me puedo arrepentir de muchas cosas que hice en mi vida, de llevar una vida desordenada, de haber tomado mucho, de no tener familia estable, de estar solo, pero de cometer un homicidio que no cometí, no. Quiero que la madre de ese muchacho sepa que yo no fui. Sé que está sufriendo. Sí yo hubiese tenido hijos y me pasara algo así, reaccionaría de la misma manera, pero yo no hice eso”.

Alguna vez le escuché decir al escritor Héctor Torres: “Vivir en Venezuela equivale a disponer de dos turnos seguidos en una obligada ruleta rusa”.

Y en ese juego de luces y sombras, la realidad se revela solo a aquellos valientes que se atreven a mirar más allá de las apariencias y a enfrentar la verdad.

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